Nuestra cultura no reconoce la búsqueda como un
valor sino como un síntoma. Sólo se admite si está en el camino de la ambición
profesional, pero si es algo indefinido, que es como tiene que ser la búsqueda
en estado puro, enseguida se etiqueta. Dicen "qué persona tan
inquieta", y se la ve rara. Si además es muy apasionada, la búsqueda no
comprendida ni apoyada se hace dolorosa y acaba en la consulta del psiquiatra.
Cabe la posibilidad de que se acabe interpretando como un síntoma
esquizofrénico, angustia, etc., cuando en realidad no es más que la
insatisfacción natural ante la vida alienada, separada y desestructurada que
llevamos.
Claudio Naranjo