Hace minutos
nomás terminé el libro que venía leyendo. Y debo decir, por primera vez, que un
libro me ha roto el corazón. Se ha encargado
de conmoverme permanentemente a través de estos personajes que desde lo más
profundo de su soledad se enternecen con la belleza que habita en este mundo,
que desde luego se encuentra en la simplicidad. Y es esa capacidad de “ver” la
que los salva cada día.
“Pensando (…) me digo que a fin de cuentas sea eso la vida: mucha desesperación pero también algunos momentos de belleza donde el tiempo ya no es igual. Es como si las notas musicales hicieran una suerte de paréntesis en el tiempo, una suspensión, otro lugar aquí mismo, un siempre en el jamás.”
Cuántas veces o cuán a menudo nos preguntamos el significado de la vida? Cuántas veces sentimos instantes felices que nos acercan a eso? Con qué frecuencia somos nosotros los que nos alejamos de la belleza del mundo?
No he podido evitar pararme en aquel momento donde el dolor de perderlo, el dolor de ese nunca más, me impedía (aun cuando me lo proponía) ver el mundo como lo podía ver él. Y como yo lo venía viendo en ese entonces.
Y es que de eso se trata, en que aun en esos momentos devastadores podemos encontrar belleza. Se me ocurren algunos ejemplos de lazos formados desde el dolor o desde el recuerdo, que guardan como un tesoro el simple hecho de almas tocándose…
Este libro me ha roto el corazón sí, y es porque no pude otra cosa que enamorarme de él.