No me cuesta en absoluto pensar. Es
decir, pensar a pata suelta, todo el día. Cosas importantes, cosas que de
alguna manera me inquietan. Las pienso una y otra vez, les busco la vuelta para
que cada vez que las trabaje logre un enfoque diferente. Y es así que muchas
veces me quedo sin tomar una postura sobre tal o cual tema. Es un poco
desesperante.
Aunque me he acostumbrado a vivir así. Y de alguna forma necesito algún
tiempo libre para pensar, sobre ese libro que he estado leyendo, o esa canción
que me llamó con su melodía pero sus palabras me tienen atrapada. Ni que hablar
sobre las cosas que surgen de mi trabajo, las historias de hospitales SIEMPRE
han sido materia prima de mis sinapsis.
Pero lo que más me inquieta son las
conductas humanas. Somos tan diferentes en nuestro accionar, además de tener
diferentes escalas de valores, que muy frecuentemente me veo analizando las
actitudes de todos a mi alrededor. Si aquella o aquel estuvo bien, si no se le
fue un poco la mano con los planteos, si es muy evidente su falta de
compañerismo, o compromiso, o algo más. Y claro que siempre hay palo para mí.
Soy la primera en la fila de los mazazos.
Cada vez que me encuentro en una
situación de enfrentamiento, que por lo general no sé cómo abordar. No hace
falta que sea una situación violenta, sino una discusión cualquiera, tiendo a
ceder. No me gusta la tensión que se genera. Sin embargo dejo muy en claro mi
postura. El problema es cuando al otro le gusta levantar la voz, o sacar trapos
sucios, la termino. No puedo ponerme a ese nivel, porque no me siento cómoda. Y
lo que parece ser es que cedo.
Ahora, a mi forma de ver, no cedo
un carajo porque mi cabeza y mi proceder siguen demostrando lo mismo. Y en
definitiva ese tipo de intercambios no van más allá del momento, puesto a que
nadie se queda con algo del otro.
Entonces… y a donde quiero llegar
es que he aprendido a no querer nada de ciertas personas. Personas con las que
debemos interactuar todos los días por un fin mayor a los fines personales, por
ejemplo: compañeros de trabajo. He aprendido a observarlas, antes de hacerme un
concepto sobre ellas, y finalmente he tomado la decisión de no quererlas en
mi vida. Lo que me obliga a poner distancia, y de alguna forma no dejar que su
mala energía me llegue.
A veces, y bien seguido, me
pregunto: pero quién te crees que sos para juzgar quien es bueno o malo acá?? Y
no es ese el punto. El asunto es que uno está tomando decisiones
permanentemente, y de esa forma elige hacer las cosas correctamente o lo que
mejor le sirve. Ahora cuando además de elegir lo que mejor le sirve, resuelve
tirar basura para todos lados y solo por deporte, o catarsis, o por alguna
razón que aún no entiendo, cuál es el placer que siente la gente cuando habla
mal de quienes no están presentes…… ahí pasaste al cuartito de los no invitados
para mí.
Para mí es simple: intentar hacer
las cosas bien cada vez que tenés que tomar una decisión. Ya somos grandes, y
por tanto, responsables de lo que
decimos y hacemos. No es necesario que todos seamos amigos. Pero no hay
necesidad tampoco de ir derribando gente como si fueran soldaditos de plomo.
La pienso, bastante.