Hay algo que amo de mi trabajo, y es la oportunidad de presenciar la llegada al mundo de un bebé, de compartir con alguien que no conozco el mejor día de su vida. De sentir y ser parte de tanta felicidad.
A veces creo que no nos damos cuenta el peso que tiene, por eso decidí escribirlo y así también reflexionar un poco sobre lo que significa para mi.
Una vez un papá me dijo en el momento en que sostenía a su bebé por primera vez: “tu trabajo es el mejor trabajo del mundo!”. Y es verdad, al menos esa parte J.
Lo primero es el llanto que todos esperamos expectantes, y una vez que lo escuchamos sonreímos, tratando de hacerle entender a esa personita que es mejor estar afuera, que mamá y papá lo esperan con todo el amor posible de imaginar. Pero el bebé sigue llorando, así que le damos calor, lo secamos y les damos la mano para que se prendan de nuestros dedos y no se sientan tan solos. Algunos suelen prenderse con tanta fuerza, dando manotazos, sin entender por qué de repente hay tanto lugar para moverse.
Hay un momento especial, después que ya están vestidos y abrigaditos, en que dejan de llorar y comienzan a mirar todo a su alrededor, en silencio, es un momento hermoso. Se los ve como si estuvieran tratando de descifrar a donde llegaron, y es que es lo que hacen…
Entonces el papá o la mamá lo sostienen, lo abrazan, le dan la bienvenida con palabras suaves, y siempre, siempre, dejan de llorar. Hay lágrimas, sonrisas, miradas, nervios, pero sobre todo felicidad, y la sensación de que un mundo entero comienza a partir de este momento.
Que más que agradecer el poder ser parte de todo esto!!
Este post se lo regalo a mi amiga Gaia que está esperando un pequeño varoncito… Mis mejores deseos para ti y tu bebé!!